viernes, 8 de marzo de 2013

JIM CAVIEZE. La pasión de Cristo



 Había siempre nuevas tentaciones de las que necesitaba defenderme y en esas batallas interiores solía sentir una gran paz interior, por ejemplo, en la escena en la que la Madre de Dios se aproxima a mi y le digo: “Mira, Yo hago todo nuevo”. Repetimos la escena cuatro veces y cada vez sentía que estaba demasiado en primer plano. Entonces alguien golpeó la cruz y mi hombro izquierdo se dislocó. Debido al rápido e intenso dolor, perdí el equilibrio y caí bajo el peso de la cruz. Me golpeé la cara contra el duro suelo y la sangre corrió desde mi nariz y boca. Yo repetía las palabras que Jesús dijo a Su Madre: Mira, Yo hago todo nuevo”. Mi hombro me dolía de manera increíble cuando tomé la cruz otra vez y sentí lo precioso que era tomar la cruz. En ese momento dejé de actuar y tu podías ver sólo a Jesús. Él vino como respuesta a mis oraciones: “Quiero que la gente te vea a Ti, Jesús, no a mí”.

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